viernes, 11 de octubre de 2013

Terremoto

Eran aproximadamente las cinco de la tarde de un Martes medio gris. Yo estaba jugando con el Dito y su hermano en la vereda de mi casa, entre a buscar la pelota y cuando salía la tierra se empezó a estremecer. De pronto el sol se puso anaranjado, el suelo temblaba intentando derribarnos, el viento soplaba con fuerza para tumbarnos y nosotros nos abrazamos en medio de la calle. No puedo recordar quien, pero parecía conocernos, un hombre nos tomo contra el y nos refugio entre sus brazos. No se cuanto tiempo pasamos así, quizá hasta mas de 5 minutos y la tierra fue parando, como si fuese un juego de feria al cual se le acababa el tiempo. Lógicamente mi madre y la de mis amigos salieron corriendo a buscarnos. Nunca voy a olvidar la voz de mi madre mientras corría a abrazarme : 'GRINGOOO! GRINGOOO!!!'
Desde ese momento la ciudad debe haber temblado unas 80 veces mas, durante el resto de la tarde y toda la noche. Sentía que me desplomaba por dentro al ver como las casas se derrumbaban hacia la calle, como, de a poco, mi cuadra fue convirtiéndose en ruinas y como los adultos, y también nosotros, llorábamos porque estábamos perdiendo todo.
Ya no teníamos absolutamente nada, no había luz, agua, comida, ropa, nada...
Por la noche, todas las familias de mi cuadra hicimos una gran fogata en la esquina y todos nos sentamos callados al rededor del fuego, en ese momento no era necesaria la palabra, no había falta abrir la boca, todos sabíamos que sentía el otro, porque estábamos todos iguales. Fue, quizás, la noche mas larga que viví en mi vida y por la mañana todo seguía igual.
En mi pecho se maquinaba un sentimiento nuevo, incertidumbre, tristeza, cansancio, bronca, ira, furia, desesperación; nadie sabia como seguir, que iba a pasar, como volveríamos a comenzar.
Uno de los peores recuerdos de aquel terremoto fue ver tantos muertos. Las familias despedazadas, rotas, quebradas, desechas.
Veíamos a la gente poner el cadáver de su familiar en el suelo, no había otro lugar, y ponerle alguna velita o simplemente rezar. Lo peor fue cuando llego gendermería, con sus grandes camiones verdes y un grupo de militares. Recogían los cuerpos ya sin vida y los tiraban dentro del móvil cual bolsa de basura; era estremecedor ver la pila de personas sobre ruedas, una reunión de muertos camino a su  destino final. Las familias que debían soltar ese único recuerdo de esa vida perdida, lloraban atormentados por tristeza e ira. A los cuerpos los transportaban hasta una sanja en donde los incendiaban hasta no dejar restos, el humo infectaba de olor las calles de mi ciudad, miles de cenizas llenas de recuerdos, miradas, palabras y vidas volaban entre nosotros como intentando volver.
La Tierra calmo sus ansias, ya no se estremecía, estaba ya quieta, como otra vez dormida. Sin embargo el cruel destino nos había quitado demasiado, vecinos, familiares, amigos, hogares y de mas.
Gracias a Dios y a la vida no se llevo ni a mis padres ni a mi hermana pero se llevo a miles como ellos.
La tristeza nos inundaba a todos, no teníamos fuerzas para volver a empezar, sentíamos un vació enorme en nuestro interior. Años de esfuerzos, horas de trabajo, vidas completas totalmente destruidas.
Esa noche siempre quedara en mi recuerdo, descansará bajo tierra conmigo, lleva 70 años dentro mio.
Esa noche, frente a la fogata, viendo tantos rostros y tristeza iluminados por el vivor del fuego, esa noche callados, oyendo algún lamento, algún suspiro, esa noche compañero, en el silencio sepulcral, vi como las lagrimas tímidas se convertían en río, esa noche, mi compadre, vi llorar al padre mio.

Gracias a mi abuelo.-
                                                                                          Jouper.-