martes, 2 de junio de 2015

Chiquilla transformación

Hacen mucho llego a mi vida siendo fuego, un pequeño fueguito brillante, uno fuera de lo común, tenía un aura oscura pero un interior ardiente. Aunque no lo sentía demasiado, me llegaba su calor y por eso me quede cerca, con el tiempo me fue calentando mas, porque iba creciendo y porque también yo me iba acercando.
El fuego un día mutó y se transformo en un huracán, un huracán bestial, desparramaba cosas por todos lados, rompía, tiraba, destrozaba, pero sin embargo me hacía feliz y por eso me lo quedé, era como un agujero negro, hasta que llego a tragarse a si mismo. De pronto se convirtió en una pequeña estrella plateada, diminuta, del tamaño de la punta de mi dedo, palpitaba y emitía rayitos de luz. Era pequeñita y yo la cuidaba, la alimentaba con palabras y la estrellita se iba haciendo fuerte, un día aprendió a volar, se sentía libre, pero aun así no me dejo, siempre estaba cerca mio, me alumbraba el camino y me seguía, cuidando que nada me pasara. Me hacía muy feliz, me divertía con sus ocurrencias de estrella, con sus rayitos brillantes y también me iluminaba cuando me ponía oscura.
Un día mientras dormía se poso en mi espalda, yo era toda toda blanca y ella toda toda plata. Una vez más la estrellita mutó y se volvió idéntica a mi, solo que seguía siendo plateada. Desde entonces somos como clones, dos figuras iguales, cada una con su tonalidad, pero igualmente mezcladas. Por momentos no logramos distinguir quien es una y quien la otra, nuestros tonos se han mezclado y ambas compartimos color, siempre nos complementamos. Todo depende del cómo y el cuándo, a  veces estamos las dos plateadas, a veces las dos blancas, a veces una de cada color, a veces casi enteras de plata con una parte blanca, o al revés, la gente dice que estamos alunadas, pero ya no sabemos cual es la parte plata y cual es la parte blanca.
Lo que sabemos es que sin esa otra parte no somos nada, no estamos completas si estamos separadas. Nos necesitamos y nos amamos mutuamente, una es guía y escudo de la otra. Al estar tan pegadas compartimos sentimientos y placeres, no necesitamos hablar para entender lo que piensa o siente la otra, estamos conectadas en un nivel cósmico y poco entendible para el resto del mundo, estamos juntas.
No tengo miedo de perderla porque la llevo en mi, dentro de mi y en la piel. No necesito nada más entonces. Por si no se los dije, la llaman Ariana, yo, prefiero hermana.- Jouper.-