miércoles, 26 de octubre de 2016

Enseñanzas, aprendizajes.

Mi abuela me enseñó lo escencial de la vida, esas cosas que son imprescindibles para la supervivencia.
Me enseñó sobre el arte: a pintar con acuarelas, que antes de dormir se lee, me enseñó a cantar el puente de Aviñón, zapato roto y tengo una muñeca vestida de azul. Me enseñó a hacer esculturas con broches de la ropa y palitos de helado, me dijo que una caja podía ser lo que yo quisiera, y la convertí en avión, en casita de muñecas, en refugio de lectura. Me dijo que lo más importante era la imaginación y así el patio se convirtió en el océano y la casita de madera en un barco, o a veces la galería se hacía un tren y ella se sentaba en su reposera y jugaba a que viajaba con todas mis muñecas, por su puesto yo manejaba la locomotora.
También me dejaba desacomodarle todas las latas de conserva y venderlas en mi mercado de mentira.
Me enseñó deportes y apuestas: se hacían torneos de Chinchón por 10 centavos, practicaba equilibrismo sobre las verjas de la vereda y cuantas veces hice escape cuando me descubría subida al techo en la hora de la siesta...
Me enseñó a cocinar: la merienda es con galletitas de salvado con queso derretido, después de la cena una taza de sopa de avena y a cualquier hora del día nunca viene mal un café. Cuando se cocina, se canta, si no la comida no sale tan bien. A la pizza se le ponen salchichas y en Navidad se comen tomates rellenos.
Además me dió cursos sobre ciencias naturales: las plantas se riegan de día, cantando, o no crecen. Los caracoles aparecen más después de que llueve, son buenos, se puede hacer amistad. No hay nada más lindo que pisar el pasto descalzo.
También me incursionó en  beneficios propios: todo lo que se sabe es para uno, todo lo que se aprende es propio, todo en la vida es disfrutable, desde el nacimiento de una flor, hasta mirar el cielo en el porche de la vereda. Los días de semana se disfruta la novela, los domingos se hacen los crucigramas del diario. En verano se va al campo y se debe pasar toda la tarde bajo la sombra de un paraíso tomando mate y charlando.
Y para terminar (obviando muchas otras enseñanzas) me enseñó a ser fuerte a pesar de todo y a seguir; es algo que todavía estoy aprendiendo y que cuesta asimilar, porque lamentablemente, para enseñarme eso, se tuvo que ir.