jueves, 30 de marzo de 2017

No puedo no decir.

Y la verdad es que la extraño, no puedo evitar extrañarla. Sin importar todo lo que pasamos y lo que soñábamos pasar juntas, sin importar los golpes y caídas y los brindis de festejo, sin importar lo ridículas que fuimos, los secretos que guardamos, las peleas que tuvimos, sin importar el dolor que me causo o el que pude causarle, sin importar nada y por sobre todo, la extraño.
La extraño porque la conozco más de lo que ella se conoce, aunque últimamente la desconocí, porque me complementa aunque lleve sola un buen tiempo, porque me desconozco a mi misma al verme sin ella, porque me falta, es así, me falta, la necesito. Pero aún así, no tengo las fuerzas para ir a buscarla, porque ocultamente espero que ella vuelva sin que yo se lo pida, porque tengo miedo de que aunque vuelva ya todo esté perdido y no sepamos quienes somos o quiénes fuimos, porque estoy sin fuerzas y en caída libre, porque sigo golpeando contra cosas y duele, cada vez más, duele.
Porque ya realmente no sé si ella siente lo mismo, porque en realidad me encuentro en esta punta de iceberg, en este abismo, que me incita todo el tiempo a saltar de él, pero en verdad estoy intentando retroceder, y es difícil si no la tengo, es difícil saber que no está, es difícil extrañarla y es difícil, aún así, tratar de cuidarme a mi, porque se que ahora me toca eso, tratar de levantarme y estar mejor, se que es mi turno de hacer algo por mi, se que me toca ocuparme de esto que me pasa, de esto que me atraviesa y me rompe a pedazos. Pero no puedo no decir que la extraño.