martes, 5 de abril de 2016

La casa de las puertas cerradas

En esta casa no existía un aroma particular, se dice que cuando una casa es hogar tiene un olorcito especial, pero para llegar a ese lugar, debe haber amor, unión y sentido familiar. En esta casa no había casi nada de eso y lo poco que había estaba tieso, amontonado en rincon, esperando un corazón.
Era la casa de las puertas cerradas, porque nadie compartía nada, todo se hacía a solas. Cada uno comía a la hora que quería, tras la puerta de su habitación. Cada uno leía encerrado en un balcón. Cada uno cantaba o tocaba un instrumento, encerrado en el salón. Cuando alguien lloraba se encerraba en el tocador. Si estaba feliz festejaba cerrando la puerta de la terraza y así se cerraban todas las puertas de la casa. No se sabe cuantas personas vivían allí, pues cada uno cerraba la puerta tras de sí, no importaba si era para dormir, comer o escribir, si lo hacía para llorar o sonreír.
El problema de esta gran casa, es que muchos saltaban de la terraza, porque no solo cerraban las puertas para estudiar, si no que se encerraban en ellos mismos para callar. Y como sabe el mundo entero, las palabras calladas son veneno, si una vez no pudieron salir, algún día acabarán con tu existir.
Si vas a cerrar la puerta que sea para dormir, pero ábrela cada día para vivir, para hablar y decir.
Porque en una casa de puertas cerradas y bocas calladas, hay mala jornada, que hace sufrir hasta el punto de morir. Y, además, no hay nada mas bonito que el decir.
Jouper.-

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