miércoles, 1 de noviembre de 2017

Una más, otra.

Hoy me acordé por un segundo, por un momento, de cómo se peinaba. Tenía un cepillito de madera, redondo, que usaba para enrularse el pelo cortito y darle forma. Era algo tan natural y a la vez tan propio. Una de esas formas que te hacen pensar 'yo quiero peinarme así cuando sea viejita'.
Tan solo esa imagen fue suficiente. Mil cosas más se me cruzaron por la cabeza y de golpe el mundo se hizo más grande, o yo más pequeña, o ambas. Pero es por esa sensación de vacío, de ausencia.
Muchas veces siento esas cosquillas en los brazos, ese hormigueo que no cesa, es como si el cuerpo pidiera, gritara que necesita de su abrazo. Daría años de vida por un solo abrazo suyo, grande, inmenso y llenador, como todos sus abrazos.
La extraño y aunque el dolor cese, no deja de existir, aunque la vida siga y yo con ella, a veces se me vuelve a frenar el mundo, al menos el mío, porque todavía aprendo como es vivir sin ella, porque cuesta mucho, porque no sé si algún día lograré saber cómo, porque en el fondo tampoco quiero saber cómo y lo mismo lo tengo que hacer. Porque así tuvo que ser, porque seguramente a Dios le hacía falta una cocinera o alguien que le tejiera pulloveres y le regara el jardín.
Te extraño mi amor, te extraño abuela.

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