domingo, 25 de junio de 2017

Momento.

Hace un rato mientras buscaba unas cosas, encontré su monedero, un monedero azul, con forma de ratoncito, que le traje de mi viaje de 15 años, porque ella amaba los monederos y porque los ratoncitos me recordaban a mi mor por el queso y ella me hacía galletas con queso siempre.
Lo sostuve, lo mire por encima, por los lados, mire su foto en la pared, se me llenaron los ojos de lágrimas, lo abrí, mil monedas, saqué dos, de cincuenta centavos. Se me ocurrió en ese instante que la última persona que tocó esas monedas fue ella y las apreté fuerte en la mano. Después pensé que si volvía a meter esas monedas al monedero, no iba a ser ella solamente la que las hubiese tocado, entonces cerré el monedero y me llevé las monedas en una mano y el monedero en la otra, las monedas las puse en mi mesita de luz, el monedero en el cajón y decidí que no voy a tocar esas monedas, que las voy a mirar, las voy a oler, las voy a acariciar desde afuera del monedero, pero no las voy a tocar, para que quede ese último toque suyo guardado ahí. Después me quede un rato sentada en el piso llorando tranquila y desahogando tristeza, al ratito me levante, me seque la cara y me vine a escribir.
En fin, lo que trato de explicar es que ella aparece en estas pequeñas cosas todo el tiempo, casi todos los días y que la pienso mucho y que la extraño, que me hace falta. Lo que quiero decir es que no está, pero está.-
Jouper.-

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