miércoles, 26 de septiembre de 2018

Carta abierta a la ansiedad

Deja de apretarme la mandíbula y oprimirme el pecho, deja de mantenerme despierta de noche, ¿no ves que me cuesta dormir?
Deja de buscar la forma de llamarme la atención, sé que estás ahí, te siento, no permitís que deje de sentirte.
Por favor, deja de nublarme el pecho, que para eso ya tengo los puchos.
Admitime al menos la valentía que tengo, de escribirle a quien me toma del cuello y me asfixia de a ratos, como si le divirtiera mi pánico; valorame el acto de escribirte a pesar del miedo que te tengo.
Amigas no somos ni vamos a ser, pero ya que vivís conmigo, mínimamente nos dejemos ser. Yo por mi lado, vos por el tuyo, no estés apareciendo sin previo aviso y ganas de lastimar ¿no ves que me haces mal?
Te pido de alma y de corazón, no me hagas más chiquita, dejame ser fuerte, no crezcas mis miedos, deja que lo supere, no rompas mis ganas, mi fe, mi esperanza.
Querida ansiedad, aferrate a mi tristeza y váyanse las dos, no permito que vuelvan. Si un día me ven, con la guardia medio baja, haceme un favor, mirame a la distancia, hacé la vista gorda y dejame que me vaya, pero no vengas con tu asfixia, tus lágrimas que pesan, dejame que me vaya y quizás ya no me veas, quizás aprendo a vivir sin vos y seguramente, hasta me alegre de ello.-

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