miércoles, 10 de octubre de 2018

Niño.

Es como un niño que no puede dormir porque hay tormenta, pero peor, porque la tormenta es interna y esos truenos asustan más. Comienza como una nube oscura que se aloja en su pecho y empieza a relampaguear, muchos rayos, muchos truenos pero tarda en empezar a llover. Como una especie de tormenta eléctrica instalada en el tórax, imaginen lo que puede hacer tanta electricidad cerca del corazón, por no hablar de la nube en los pulmones.
Cuando comienzan a caer las lágrimas, como lluvia infinita, la tormenta cobra fuerzas y se pone un poco huracanada, pero de a poco se va disipando. No a durado mucho, pero ha cansado lo  suficiente. Una vez pasada la tormenta todo queda desbastado, carente de sentido, vacío, helado. Solo ella lo calma, dejando que se abrace a su cintura para dormir, para dejar ir al caos, para sentir su calor y contagiarse de él.
Su corazón lo arruya y por eso él pone su cabeza sobre su pecho, para sentirse seguro y tranquilo, para llenar de música su vacío.
Solo dormir por un rato en ella hace que se borren un poco las sombras y fantasmas, los monstruos bajo la cama, el olvido y el adiós.
Es como un niño, incapaz de dormir solo, incapaz de calmar sus miedos, de cuidar su corazón.
Es como un niño que no sabe de la vida, que vive de su sonrisa delante del dolor, que no sabe espantar monstruos.
Es como un niño, pero ahora la tiene a ella.

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